05 Mar
La verdad de la mentira


Seamos francos; somos mentirosos por razones egoístas, malévolas, altruistas; mentimos por necesidad, por pereza mental, por miedo o por oficio. Preferimos las mentiras piadosas que las verdades dolorosas. Contribuimos a mentirnos los unos a los otros a través de "pequeñas" concesiones eufemísticas; ahora sabemos perfectamente lo que significó el “tratamiento especial” que los nazis daban a sus enemigos; la prensa de los años sesenta se refería a la población negra como “gente de color”; en la realidad peruana, hemos sido testigos de lo que significó la palabra “paquetazo” y lo que realmente quieren decir los anuncios de “atraso menstrual” pegados en los postes, pero nos hacemos de la vista gorda.

En la vida cotidiana, tendemos a maquillar la realidad para obtener un beneficio. Y lo hacemos todos los días hasta el punto de no poder vivir sin las mentiras; estas crean un componente de emoción ante los ojos de quien las dice para parecer interesante, de ahí el peligro que este actuar pueda tornarse en una adicción patológica. Sin embargo, la moral y la ética sirven de contrapeso con aquellas mentiras que perjudican el honor de una persona o la credibilidad de las masas (como la infidelidad de la pareja o las falsas promesas de los políticos). Mentirle a un niño al decirle que existe Papa Noel o fingir un orgasmo no entran en la condena pública, pero lo cierto es que nosotros mismos caemos presas de nuestras propias mentiras, sean estas piadosas o no; una vez que la decimos no hay marcha atrás, debemos creerla.

¿Pero por qué mentimos? Muy a parte de las taras emocionales o éticas, lo hacemos porque somos seres pensantes que buscan llenar vacíos o buscamos una aparente solución para salir de paso ante algún problema que se presente. No hay duda que la mentira ha estado presente en la evolución del hombre, puesto que nuestros antepasados se valieron de estrategias a base del engaño para obtener comida y sobrevivir. De hecho, la mentira no es otra cosa que una manifestación más del funcionamiento de nuestra inteligencia en todo su esplendor. Es un proceso que pone en marcha zonas profundas del cerebro, como la amígdala cerebral, y entran en juego el razonamiento, la memoria y la adaptación psicológica. Sin embargo, a pesar del potencial mental que tenemos para mentir, nuestro cuerpo puede jugarnos en contra: sudoración, aumento del ritmo cardiaco, tics nerviosos, son algunos de los síntomas que delatan al “mentiroso novato”, si se tiene en cuenta de que existen "grandes maestros del engaño".

En la sociedad actual la mentira no solo se verbaliza, sino que, además, debe estar acompañada de imágenes. Desde las engañosas fotos de los anuncios mostrando una suculenta hamburguesa “gigante”, pasando por los innumerables perfiles falsos de personas atractivas vendiendo "amor" en las redes sociales, hasta los cada vez más especializados filtros de cámaras en los celulares, son solo un reflejo de cómo nuestro cerebro crea tecnología novedosa al servicio de la mentira. Hoy mentir se ha convertido en un gran negocio, y ni qué decir sobre el papel que juegan las agencias de publicidad, los asesores de imágenes, los medios de prensa, etc.  

Inmersos en un mundo donde todo es apariencia, sin un contenido auténtico y profundo, donde todo debe tener un periodo corto de duración, el engaño de la modernidad va moldeando nuestra sensibilidad en la forma de percibir las relaciones humanas y nuestra visión del mundo. Tanto así que las nuevas tecnologías existen, entre otras cosas, para reforzar nuestro "amor" por la mentira; para que vivamos en un espejismo donde la realidad es manipulada a nuestro antojo, hasta enviciarnos o, peor aún, hasta renunciar a nuestro propio yo. Salvando grandes distancias con los que mentían por oficio (es decir, los grandes fabuladores como Esopo o Dostoyevski), hoy es posible manipular un evento real ya no a favor de la literatura, sino a favor de un partido político o una marca comercial con el fin de conseguir votos o reconocimiento. En estos tiempos parece tomar más fuerza la triste frase de Joseph Goebbles al ver lo que está pasando en internet. Dicha frase reza así: “Mientras más grande la mentira, más gente la creerá”.


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